Hace unos días fue mi cumpleaños. Y decidí que iba a celebrarlo de una manera especial.
Así que ni corta ni perezosa, empecé a buscar en San Google algún sitio bonito para visitar. Y le invité a mi marido para que me acompañara.
Después de buscar un poco la elegida fue la cascada de Gujuli en Araba. Es un sitio precioso si te gustan los saltos de agua con mucha altura.
Una visita muy recomendable, la verdad, oye.
Lo siguiente que tenía preparado era hacer un recorrido que habíamos encontrado en una App.
En total ida y vuelta eran 7 kilómetros. Y un grado de dificultad fácil.
El caso es que yo ahora suelo buscar rutas fáciles, para niños vamos,
porque hace tiempo que no voy al monte.
Me di cuenta enseguida, de que mi ego estaba haciendo su puesta en escena, porque estábamos bajando un prado verde maravilloso, con unas vistas impresionantes y mi ego solo me dejaba pensar en que luego tenía que subir ese prado a la vuelta.
¿Como es posible esto?
¿Pero si no hemos hecho ni 100 metros?
¿Ya está éste dando la caca?
Y desde ese mismo momento me prometí a mí misma que no le iba a hacer caso ni caso a mi ego tontorrón.
Claro una cosa es lo que dices y otra lo que haces ¿verdad?
Pues tengo que decir a mi favor que conseguí no hacerle caso a mi ego estúpido en un 92% del tiempo más o menos.
¿Y cómo se consigue esto?
En mi caso, gracias a tooodo lo que he aprendido estudiando el Master Profesional de Terapia de Vida Integral, ahora tengo herramientas para que esa negatividad cada vez me afecte menos y menos.
Durante el paseo, me concentré en escuchar a los pájaros, oír el ruido de las hojas bajo mis pies y, sobre todo mirar donde pisaba, porque había mucho barro.
Todo esto me lo hubiera perdido si no hubiera sabido como manejar a mi ego idiota, porque me hubiera estado dando guerra, durante todo el camino.
Llegamos a un lago natural, que tiene un nombre muy raro, se llama Lamioxin.
La verdad es que solo con ver ese lago, tan bonito y con un agua cristalina, el entorno hizo que la celebración de mi cumpleaños fuera inolvidable.
Después de llegar al lago nos dimos la vuelta para volver a donde habíamos dejado el coche.
Y cuando mi ego estúpido empezó a recordarme el prado empinado que me esperaba por delante, me concentré en el aire puro que estaba respirando y en lo que veía.
Todo lo que veía a mi alrededor me entusiasmaba.
A la vuelta cuando llegamos al dichoso prado empinado, el que me decía mi ego tontorrón que no iba a subir y le dije:
¡Por mis ovarios que subo!
Y por supuesto que lo subí, porque en ese momento, me acordé de cómo andando en zigzag se suben mejor las cuestas.
Con toda esa fuerza y ánimo, me puse en acción y cuando le vi asomando otra vez a mi ego el estúpido, le dije:
¡No me digas nada, que voy a conseguirlo!
Todo esto que te he contado puede que para ti sea una tontería tan grande como una casa.
Pero cada uno tenemos nuestros propios retos y lo que a mí me parece difícil a ti te puede parecer fácil y viceversa.
La cosa es que cuando subí aquel prado empinado me sentí empoderada.
Así que si tú también crees que hay cosas que no puedes conseguir y quieres conseguir y así empoderarte con más energía y sentirte mucho mejor en tu vida mejor en tu vida, puede que te interese conocer la Terapia de Vida Integral,
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