Te voy a contar una cosa que me ocurrió siendo yo pequeña.
Creo que era un sábado por la mañana.
La cuestión es que mis padres salieron pronto de casa sin avisar a nadie de a donde iban.
Probablemente irían a comprar. Porque eso era lo que hacían todos los sábados por la mañana.
No sé que me pasó ese día, porque lo que para ellos probablemente eran dos horas, para mí fue una eternidad.
Yo no hacía más que preguntar a mis hermanas mayores a ver donde estaban nuestros padres.
La espera se me estaba haciendo larguísima.
El caso es que ellas tampoco sabían realmente donde estaban.
Como mis padres no estaban, mi hermana mayor tomó las riendas y nos dijo que hiciéramos las camas y que desayunáramos.
Yo era muy impaciente y, según pasaba el tiempo, mis pensamientos eran más pesimistas cada vez.
Empecé a pensar que mis padres se habían ido ellos solos de viaje y que no querían que fuéramos con ellos.
O que nos habíamos portado mal y nos estaban castigando.
Después, la cosa fue tomando un tono más siniestro…
Me imaginé que habían muerto en un accidente de coche y que no los iba a volver a ver en mi vida.
Me puse a llorar desconsoladamente solo de pensar en que los iba a perder.
En ese momento, yo creía de verdad que habían muerto y derramaba lágrimas de tristeza absoluta.
Estaba en mi cuarto, encima de la cama, en posición fetal, llorando a mares.
Yo no lo sabía entonces, pero estaba de duelo, así de claro.
De esta manera me encontró mi hermana mayor y me preguntó a ver que me pasaba.
Yo con la voz entrecortada por la angustia que sentía, le dije que sabía que nuestros padres se habían muerto en un accidente de coche y que no les íbamos a volver a ver.
-¿Pero a ti qué te pasa, estás loca?
Yo no entraba en razón.
Terca como una mula con lo mío.
Venga a sufrir.
¡Y no sabéis la reacción que tuvo mi hermana!
Pues me pegó una torta que pa que y…
me quedé con la boca abierta del susto.
-¿Porqué me pegas? -le pregunté.
–Por que estás histérica -me respondió ella-. Si les hubiera pasado algo a nuestros padres, ya nos habríamos enterado, así que calmate -me dijo tranquilamente.
El caso es que el tortazo surtió efecto porque dejé de llorar y me calmé, jajaja.
Al poco rato, cuando llegaron mis padres, les abracé como si no les hubiera visto en años.
Mi hermana no dijo nada y yo tampoco.
Estas situaciones se han repetido en mi vida muchas veces.
Yo pensaba que esto le pasaba a todo el mundo, que era lo normal.
Hasta que un día vi un reportaje en el que hablaban de gente que vivía en tierras donde habitaban también los tigres.
¿Te imaginas cómo se tiene que sentir esa gente que vive en una aldea perdida, dónde todavía quedan tigres alrededor de ellos?
Tener que estar todo el día en alerta por si viene el tigre.
Pues sí, están en alerta, por que saben que los tigres están ahí, al acecho.
Saben que hay un peligro.
La cosa es que no se ponen histéricos por eso, sino que siguen con su vida adelante.
No se paralizan.
Yo considero que ese tigre es el estrés del siglo 21.
Y he aprendido que lo que me pasaba a mí, era que cuando llegaba el tigre, me comía por que yo no sabía como manejarlo.
Imagínate, con 8 años ya empecé a sentir estas cosas del estrés, la ansiedad, la angustia…
La verdad es que estaba muy desesperada por haber sufrido durante tantísimo tiempo en mi vida.
Busqué ayuda durante años, porque no sabía que me pasaba.
Menos mal que al final encontré la Terapia de Vida Integral y por fin he conseguido domar a ese tigre.
Tener un poco de estrés, está bien, si lo utilizas para bien. Pero como lo uses como yo lo usaba te convierte en tu peor enemigo.
Y cuando crees el tigre te va a atrapar, tu vida se paraliza.
Si no sabes cómo domar el estrés y la ansiedad, te puede interesar hacer una sesión individual conmigo para aprender como solucionarlo.
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