Antes me costaba muchísimo decir que no a lo que la gente me pedía.
Imagínate:
Faltan 5 minutos para fichar en el curro y te llama un compañero para que le ayudes a terminar su trabajo.
-¿Me ayudas?
Y mi respuesta era respuesta automática:
-Si, ya voy.
Por fuera, ponía cara de buena samaritana y acudía al rescate, pero por dentro…
Antes de llegar a donde él estuviera ya estaba arrepentida de haberle dicho que sí.
Lo peor era el runrún machacón en la cabeza
“¿Por qué no te callas antes de decir nada?”
“¡Con las ganas que tenía de irme a casa!
«¿Por qué le has dicho que sí? ¡Que se las apañe solo!»
Un día ya no aguante más y dije:
¡Hasta aquí hemos llegado, esto no va a seguir así!
Y entonces decidí que iba a aprender a decir que no, así que busque a alguien que me enseñara.
Al principio me costó mucho decir que no, el decir que sí a todo estaba muy arraigado en mí.
Pero practicando y con la ayuda que tenía de mi maestra lo fui consiguiendo.
Una de las cosas que descubrí al decir que no a lo que me pedían era que me sentía liberada por dejar de hacer cosas que en realidad no quería hacer.
Y me di cuenta de que ese runrún en la cabeza me causaba un gran estrés que me afectaba mucho a nivel físico y mental.
Si tú también quieres dejar de sufrir y no dejarte arrastrar por los deseos de otros,
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