Lo que me pasaba cuando estaba poseída por el monstruo devorador de comida

¡La de años que estuve atracando la nevera al llegar a casa del trabajo!

¡Ni me sentaba, oye… total para qué!

Me ponía a abrir la nevera, armarios y cajones y empezaba a comer como si no hubiera un mañana.

¿Qué desesperación, ¡qué ansia por comer!

¿Por qué me pasaba esto?, y ¿por qué no lo podía controlar?

La verdad es que estuve muchos años haciéndome estas y otras preguntas similares, y si te digo la verdad no sabía responderlas y eso me desesperaba mucho más.

Cuando terminaba el último paquete de patatas y viendo la que había liado, solo entonces como una revelación, me preguntaba…

¿He sido yo? ¿Me ha poseído el monstruo de las galletas?

¿Y a ti, no te ha pasado alguna vez

A mí me pasaba super a menudo, llegaba del trabajo a casa y directa a la nevera a buscar algo para calmar el…

¿Hambre? 

No, no, no, no era hambre, era otra cosa.

Tenía “hambre” a cualquier hora del día… Daba igual la hora a la que llegara a casa. 

Al principio no me di cuenta, está claro. 

Después de unos meses empecé a notar la ropa más ajustada, pero no le di importancia. 

Lo típico vale, empiezas a probarte todo lo que tienes y a quitar lo que ya no te cabe. 

¡Y a disfrutar el ir de compras para renovar el armario!

Ya en la tienda ves algo que te gusta, coges tu talla y te queda… Justa.

Vas  y te pruebas una talla más.

Y yo ilusa de mí pensaba que  “eso es cosa de los fabricantes, que cada vez hacen las tallas más pequeñas”.

Después, te das cuenta de que ese estilo de ropa que te ponías antes ya no te queda bien y compras ropa más holgada y… 

¡Oh, Sorpresa! 

En poco tiempo, te vuelve a quedar apretá.

Nunca lo hubiera relacionado con el trabajo, pero sí, hay relación y es pura química. 

El estrés produce cortisol, y esta hormona hace que lo que comes se convierta en grasas.

Más o menos ese el proceso de reacciones químicas que pasa en nuestro cuerpo. 

Es un poco más complicado.

Pero quiero que sepas que el estrés provoca reacciones en tu cuerpo y que si ese estrés, ansiedad, miedo… se quedan durante un tiempo en tu cuerpo, vas a notarlo.

¿Yo estresada?

Sí. Tú, yo y todas. 

Lo más normal hoy en día es tener muchas cosas en la cabeza. 

Si no se descontrola una, se descontrola la otra… Que si se acerca el plazo de entrega de un proyecto, que me han dado una responsabilidad nueva, me “sugieren” que tengo que trabajar más horas… 

Voy a contarte una cosa que te va a asombrar.

¿Te acuerdas de como de pequeña te encantaba tomar ese chocolate caliente en una fría tarde de invierno, o algo “reconfortante” para subir el ánimo?  O una piruleta si te caías para que no lloraras.

Pues de ahí viene el problema, porque inconscientemente comemos para sentirnos mejor. Esa es una de nuestras mayores trampas. 

Es lo que yo y muchas personas llamamos alimentación emocional. 

Y esa alimentación emocional es muy traicionera.

Es lo que muchos de nosotros llevamos haciendo toda la vida y tienes que estar muy atenta para identificar cuándo te ocurre.

Por ejemplo, cuando llegas a casa, sabes que tienes que desconectar del trabajo y liberarte de las preocupaciones laborales. 

Vale, la teoría está muy bien, ¿pero cómo lo haces para ponerla en práctica?

Tú sabes que es más sano subir a un monte que comer chocolate muy refinado y todo tipo de chucherias y guarrerias hasta ponerte ciega. Pero el dulce está más cerca (en el armario) y para subir al monte hay que hacer un esfuerzo. 

Así que, te comes el chocolate, el pan y todo lo que pilles por delante.

Aunque sabes que después te vas a sentir culpable de comerte el dulce y no haber ido al monte.

Antes de empezar a fustigarte y castigarte con una nueva dieta sigue leyendo.

Para que te resulte más fácil hacer cambios en tu vida, te propongo unos trucos con los que vas a conseguir mantener a raya a tu alimentación emocional.

Distráete escuchando música

Puedes empezar desde el coche o el bus. 

Ponte los auriculares, una lista de canciones que te motiven y dale energía a tu cerebro. 

Cuando llegues a casa, no te quites la música por lo menos en unos 15 minutos. 

Baila, canta y sé feliz.

Al elevar tu energía con la música, no vas a necesitar comer para sentirte bien.

El sol, tu nuevo aliado

Todos los días que puedas toma el sol. 

Sirve para crear vitamina D que es esencial para muchos de los procesos de nuestro cuerpo. 

Te sentirás muy bien, más motivada y llena de energía. 

Sobre todo en invierno, es imprescindible que salgas a la calle. Aunque no lo veas, el sol siempre está ahí, dispuesto a darte su energía.   

No hace falta ser un lagarto, con 30 minutos al día es suficiente para experimentar los beneficios. 

Vas a encontrarte mucho mejor.

Relájate al comer

Cuando vayas a comer, siéntate tranquila y antes de empezar, haz 3 respiraciones profundas. 

Mastica muy bien los alimentos, recuerda que el estómago no tiene dientes.

Evita las distracciones al comer (móvil, tele…), céntrate en lo que estás comiendo y disfruta y saborea cada bocado. 

Conclusión

Un poco de estrés nos ayuda a estar alerta, pero cuando se convierte en un compañero de viaje, puede hacer estragos en nuestro cuerpo. 

Lo importante es darse cuenta de lo que está pasando. 

Y tú ahora ya sabes que es lo que te puede estar pasando.

Si estás en esta situación, te recomiendo que les des una oportunidad a estos trucos y me comentas cómo te han ido. 

Son los que yo misma uso y me van muy bien.

Ánimo, tú también lo puedes conseguir. Y si crees que necesitas ayuda poner estos trucos en práctica, ponte en contacto conmigo aquí  y hablamos

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Te envío la historia de la vez en la que casi me quedo calva una semana antes de mi boda:

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